Retablo de Los Remedios (S.I. Catedral)
La gran capilla de la Catedral de la Laguna es la de Nuestra Señora de los Remedios, que hace también la función de Capilla del Santísimo.
Dicha capilla cuenta con un monumental retablo de la Virgen de los Remedios, realizado en madera tallada por el carpintero Antonio Francisco de Orta y dorado por el pintor y dorador Jerónimo Príncipe Navarrete.
Este gran retablo barroco de los Remedios, de la primera mitad del S. XVIII, posee un espléndido conjunto de siete pinturas (óleos sobre tablas) atribuidas al pincel de Hendrick van Balen (año 1614), maestro de Anton Van Dyck, según la hipótesis del conservador de pintura flamenca del Museo del Prado, Matías Díaz Padrón. Estas tablas pertenecían al antiguo Retablo de Mazuelos, encargadas a Flandes y donadas por el comerciante lusitano Pedro Afonso Mazuelos en 1597. Por esta razón al Retablo de Nuestra Señora de los Remedios se lo denomina también "Retablo de Mazuelos". El mencionado pintor flamenco nació en Amberes en 1575, donde murió en 1632.
Las tablas relatan la vida de Cristo, desde la Anunciación hasta la Resurrección. Destacan siempre dos escenas en cada una de las seis tablas laterales. Esta obra barroca fue el retablo mayor del antiguo templo. Posteriormente, en 1915, esta capilla se construyó para albergarlo.
En la parte central se encuentra la hornacina que contiene la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, Patrona de la ciudad de La Laguna, de la isla de Tenerife, de la Diócesis Nivariense y advocación mariana a la cual está consagrada la catedral. Como imagen distintiva de una iglesia tan importante e influyente, la Virgen de los Remedios acaparó la atención de un gran número de feligreses, devotos y cofrades. La nueva parroquia de la Villa de Abajo se puso bajo su titularidad desde 1515 y es probable que de ese periodo date la escultura que conocemos —o por lo menos su cabeza, de innegable parecido con la imaginería que los hermanos Jorge y Alejo Fernández produjeron en Sevilla a principios del siglo XVI—, aunque no hay certeza sobre la iconografía, el material o las cualidades que pudo tener una representación previa.
Se trata de una imagen de candelero, policromada y dorada. Lo que sí ha podido constatarse es su atractivo piadoso, ya que con el paso del tiempo se convirtió en una de las efigies más notables de cuantas recibieron culto en los templos de La Laguna. Testimonios materiales y documentales avalan el protagonismo devocional que tuvo durante las épocas Moderna y Contemporánea, aunque el más notorio es la propia representación escultórica con un candelero y otros dispositivos de talla —torso, brazos, manos e imagen independiente del Niño Jesús— que debieron incorporarse al simulacro original durante los siglos XVII y XVIII. Esta imagen es patrona, tanto de la Santa Iglesia Catedral como de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna. Se presenta sobrevestida al estilo de los siglos XVII-XVIII.
En los laterales de esta capilla se pueden observar dos escudos heráldicos de mármol, procedentes del antiguo templo. Son del VI Marqués de Acialcázar y Torrehermosa, Esteban de Llarena Calderón Mesa.