Arico
Tras la conquista, Fernández de Lugo le entregó al duque de Medina Sidonia, a través de su factor Suárez de Quemada, gran parte del reino aborigen de Abona, en pago de los préstamos recibidos para sufragar las campañas.
Cuando se programa la economía insular, el reino de Abona fue el que presentó mayores dificultades, por las grandes extensiones de terreno, su aridez y despoblamiento, por lo que se optó por el régimen ganadero compartido con cultivos de secano en las zonas altas y de regadío en las medianías.
Inicialmente se mantuvieron las edificaciones según la tradición guanche, hasta que a finales del siglo XVI y comienzos del XVII se levantan las primeras casas, lo que dio lugar al primer caserío, el Lomo de Arico, que coincide con la edificación de la ermita de San Juan Bautista y la fundación de parroquia.
En el XVII toman entidad los caseríos de El Río y Arico Viejo, mientras que en el siglo siguiente brota pujante Arico Nuevo.
Ya en el siglo XX hay un intento de cambio de capital municipal, con traslado a Arico el Nuevo, empeño que no fructifica permaneciendo en Lomo de Arico, declarado Villa por Alfonso XIII en 1916.